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El Antiguo Testamento

Feb 23, 2021

La Biblia es la Palabra de Dios, y en ella se nos revela la obra redentora de la simiente de la mujer: Cristo muriendo en la cruz por ti y por mí. La Biblia está dividida en dos grandes bloques, el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento. La razón de la división entre estos dos bloques es justamente el cumplimiento de la promesa de Génesis 3:15. En este día to- maremos tiempo para aprender brevemente sobre el Antiguo Testamento.

Antes de comenzar, quiero advertir que el personaje central de ambos testamentos es el Señor Jesucristo, aun cuando en el Antiguo Testamento no lo encuentres con ese nombre, pero ahí está. Recuerda: Adán y Eva pe- caron, y de allí surge la necesidad de salvación para la humanidad, y Dios en su plan eterno puso a Jesús como el Redentor. Así que una lectura correcta de la Biblia será buscando a ese Salvador, quien debía ser un humano per- fecto, sin pecado, para poder derrotar a Satanás. Comencemos la búsqueda del Salvador con los hijos de Adán y de Eva: Caín y Abel. Pero Caín mató a Abel. Sigamos buscando.

¿Qué te parece Noé? Un hombre obediente a Dios, tanto que lo salvó del diluvio. Sin embargo, leemos que un día Noé se emborrachó y expuso su desnudez inconscientemente ante uno de sus hijos, por lo que tampoco puede ser el Salvador y Redentor perfecto que estamos buscando.

Llegamos así a la torre de Babel, donde en medio de gente mala se encuentra un hombre llamado Sem y también a uno llamado Abraham.

Abraham escuchó a Dios y lo obedeció en salir de su tierra hacia lugar des- conocido y formar una nación. Pero luego pecó en no confiar en que Dios le daría descendencia en su vejez y en la de su mujer, y tuvo intimidad con una sierva (Agar). Si bien se arrepintió de este pecado, tampoco puede ser el Salvador perfecto. Y de su hijo Isaac, ni se diga, aprendió los mismos pe- cados de su padre. Así que tampoco.

Así, llegamos a Génesis 49:10, donde vemos una promesa, que el Sal- vador vendría de la tribu de Judá. Y terminamos Génesis con la aparición en escena de José, quien parece ser un hombre perfecto para el papel de Salvador. Pero él no viene de la tribu de Judá, por lo tanto, no es a quien buscamos.

Comienza el libro de Éxodo, el paso del pueblo de Israel por el desierto. Y de Éxodo a Deuteronomio encontramos a Moisés, a quien Dios escoge personalmente para una misión especial: rescatar a Israel de la esclavitud en Egipto. Durante este tiempo, Moisés pecó en varias ocasiones: en una rabieta rompió las tablas de los mandamientos que Dios le había dado para Su pueblo; luego desobedeció a Dios al pegarle (no hablarle, como Dios lo había pedido) a la roca, lo que le costó no poder entrar a la tierra prometida. De modo que Moisés no es el Salvador.

Después de Moisés sigue Josué. Después el periodo de los jueces, don- de todos viven haciendo lo que es bueno ante sus propios ojos, pero de todos los jueces no hacemos uno. Se olvidaron de Dios. Aquí tampoco te- nemos a un Salvador.

Pero llegamos a los libros de Reyes, donde leemos sobre el primer rey ju- dío llamado Saúl, pero también desobedeció a Dios. Después encontramos a David, de quien se dice tenía el corazón conforme al corazón de Dios, casi casi lo que buscamos. Pero David también pecó, se involucró con una mujer casada, luego mató al marido de esta, y andando el tiempo se casó con otras tantas mujeres hasta juntar a un harén. No, David no es el Salvador. Y 

Abraham escuchó a Dios y lo obedeció en salir de su tierra hacia lugar des- conocido y formar una nación. Pero luego pecó en no confiar en que Dios le daría descendencia en su vejez y en la de su mujer, y tuvo intimidad con una sierva (Agar). Si bien se arrepintió de este pecado, tampoco puede ser el Salvador perfecto. Y de su hijo Isaac, ni se diga, aprendió los mismos pe- cados de su padre. Así que tampoco.

Así, llegamos a Génesis 49:10, donde vemos una promesa, que el Sal- vador vendría de la tribu de Judá. Y terminamos Génesis con la aparición en escena de José, quien parece ser un hombre perfecto para el papel de Salvador. Pero él no viene de la tribu de Judá, por lo tanto, no es a quien buscamos.

Comienza el libro de Éxodo, el paso del pueblo de Israel por el desierto. Y de Éxodo a Deuteronomio encontramos a Moisés, a quien Dios escoge personalmente para una misión especial: rescatar a Israel de la esclavitud en Egipto. Durante este tiempo, Moisés pecó en varias ocasiones: en una rabieta rompió las tablas de los mandamientos que Dios le había dado para Su pueblo; luego desobedeció a Dios al pegarle (no hablarle, como Dios lo había pedido) a la roca, lo que le costó no poder entrar a la tierra prometida. De modo que Moisés no es el Salvador.

Después de Moisés sigue Josué. Después el periodo de los jueces, don- de todos viven haciendo lo que es bueno ante sus propios ojos, pero de todos los jueces no hacemos uno. Se olvidaron de Dios. Aquí tampoco te- nemos a un Salvador.

Pero llegamos a los libros de Reyes, donde leemos sobre el primer rey ju- dío llamado Saúl, pero también desobedeció a Dios. Después encontramos a David, de quien se dice tenía el corazón conforme al corazón de Dios, casi casi lo que buscamos. Pero David también pecó, se involucró con una mujer casada, luego mató al marido de esta, y andando el tiempo se casó con otras tantas mujeres hasta juntar a un harén. No, David no es el Salvador. Y dicen que de tal palo tal astilla, su hijo Salomón, que ascendió al trono, es aún más mujeriego que su papá. Obvio tampoco es.

Y así es toda la historia del Antiguo Testamento. Sean reyes, jueces o profetas, nadie cumple con una vida perfecta sin pecado para ser el Sal- vador que buscamos. A lo largo de todo el Antiguo Testamento y sus per- sonajes, tenemos pistas, reflejos, ilustraciones claras y precisas de ciertas características del verdadero Salvador, pero todavía no se hace presente. El Antiguo Testamento es una historia de liberación de un pueblo, Israel, y de cómo Dios se revela a sí mismo a través de la ley, de los profetas, y de cómo cuando el hombre no obedece a Dios como Él lo ha prescrito, el hombre peca. Así que la necesidad de un Salvador y de una reconciliación es vital. En medio de esto, la esperanza de un Salvador sigue firme. Dios no miente ni engaña, el Salvador llegará, así será, nos falta el Nuevo Testamento.

Continuemos mañana.

 

Aprende

  • ¿En cuántos bloques principales se divide la Biblia?
  • 1 Pedro 3:18 (NTV) dice: «Cristo sufrió por nuestros pecados una sola vez y para siem- Él nunca pecó, en cambio, murió por los pecadores para llevarlos a salvo con Dios. Sufrió la muerte física, pero volvió a la vida en el Espíritu». Ninguno de los personajes que encontramos en la Biblia cumplía los requisitos para salvar a la humanidad, es por eso que Dios envió a su Hijo.

Vive

  • Lee Mateo 5:3 y medita en ese pasaje. No te- nemos nada que ofrecerle a Dios para obtener la salvación. La única manera de acercarnos a Él es a través de la fe en el sacrificio de Jesús.

 

Lidera

  • Números 23:19 (RVR1960) dice: «Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta. Él dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará?». En Génesis 3:15 encontramos por primera vez la promesa del Salvador, ¡y Dios la cumplió! Comparte hoy con alguna amiga que esté dudando de las promesas del Señor, cómo es que Él siempre es fiel a lo que dice.

 

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