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El equilibrio bíblico del cuidado corporal

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El equilibrio bíblico del cuidado corporal
  • La tradición reformada nos ofrece una perspectiva equilibrada y bíblica que conocerás durante esta serie de artículos en los que hablaremos sobre la teología con relación a nuestro cuerpo.  
  • La encarnación de Cristo eleva aún más la dignidad del cuerpo humano: «el Verbo se hizo carne» (Jn 1:14a), santificando para siempre la existencia corporal. 
  • De manera que como administradores de todo lo que Dios nos ha confiado, incluyendo nuestro cuerpo físico, estamos llamadas a ejercer una mayordomía fiel que honre al Creador.

 

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El equilibrio bíblico del cuidado corporal

Por Salime Weatherford

En un mundo donde el cuidado del cuerpo oscila peligrosamente entre la idolatría y la negligencia, los cristianos necesitamos una perspectiva bíblica equilibrada sobre la mayordomía corporal. Al respecto, Juan Calvino nos recordaba lo siguiente: «No somos nuestros [...] porque hemos sido comprados por precio» (1 Corintios 6:19-20), la cual es una verdad que se aplica no solo a nuestra alma, sino también a nuestro cuerpo.

Por otro lado, la historia de la iglesia nos revela una tensión constante en la comprensión del cuerpo. Los primeros gnósticos (lee esto en 1 Juan) despreciaban lo físico porque lo consideraban como inherentemente malo, mientras que algunas corrientes modernas han elevado el cuidado corporal a niveles casi religiosos. Entre estos extremos, la tradición reformada nos ofrece una perspectiva equilibrada y bíblica que conocerás durante esta serie de artículos en los que hablaremos sobre la teología con relación a nuestro cuerpo.  

El cuerpo en la teología reformada

La doctrina de la creación nos enseña que Dios formó nuestros cuerpos intencionalmente y los declaró buenos según Génesis 1:31, esto significa que no son accidentes evolutivos ni prisiones temporales para el alma, sino que son creaciones divinas diseñadas para su gloria. Tal como señalaba Abraham Kuyper: «No hay una pulgada cuadrada en todo el dominio de nuestra existencia humana sobre la cual Cristo, quien es soberano sobre todo, no clame: “¡Mío!”»; esto incluye, por supuesto, a nuestros cuerpos. 

Por otro lado, la encarnación de Cristo eleva aún más la dignidad del cuerpo humano: «el Verbo se hizo carne» (Jn 1:14a), santificando para siempre la existencia corporal. Cristo no vino como un espíritu etéreo, sino como un ser humano completo, con un cuerpo real que experimentó hambre, cansancio y dolor. Así que esta realidad teológica tiene implicaciones profundas para nuestra comprensión del cuidado corporal.

Ahora bien, la teología del pacto nos recuerda que somos mayordomos, no propietarios; entonces, nuestros cuerpos, como todo lo demás, pertenecen en última instancia a Dios. Esta verdad fundamental debe moldear nuestra aproximación al cuidado corporal de manera que seamos capaces de reconocer que no nos ejercitamos ni nos alimentamos para alcanzar estándares estéticos culturales, sino para servir mejor a nuestro Señor del pacto.

Respecto a esto, el teólogo Herman Bavinck escribió lo siguiente: «La gracia no destruye la naturaleza, sino que la restaura». Dicho de otra manera, el evangelio no nos llama a trascender o a despreciar nuestros cuerpos, sino a redimirlos para su propósito original: la gloria de Dios. En consecuencia, esto significa que el cuidado corporal no es opcional para el cristiano, sino parte de nuestra mayordomía basada en el pacto de gracia en el que vivimos. 

La tensión presente 

En cuanto al cuidado de nuestros cuerpos, vivimos en una época única: por un lado, nunca hemos tenido tanto conocimiento sobre nutrición, ejercicio y salud; sin embargo, al mismo tiempo, estamos confundidos con respecto al propósito del cuerpo. Esto sucede debido a que la industria moderna del fitness ha creado una nueva forma de idolatría con sus promesas de transformación física y realización personal. 

Por lo tanto, las cristianas necesitamos navegar estas aguas con sabiduría bíblica, como lo señala el teólogo David VanDrunen: «La vida cristiana no consiste en escapar del mundo físico, sino en vivir fielmente en él para la gloria de Dios», y esto requiere discernimiento y equilibrio de nuestra parte.

Estos artículos que fueron escritos desde una perspectiva cristocéntrica por nuestro gran amigo Daniel Cabús, mejor conocido como El Cristiano Fitness, nos guían en el delicado balance entre el cuidado responsable del cuerpo y la prioridad suprema de glorificar a Dios. De esta manera, como administradoras de todo lo que Dios nos ha confiado, incluyendo nuestro cuerpo físico, estamos llamadas a ejercer una mayordomía fiel que honre al Creador. 

El propósito de estas páginas no es promover un nuevo legalismo fitness ni establecer estándares inalcanzables; su finalidad es ayudarnos a comprender y aplicar principios bíblicos al cuidado corporal, como lo señalaba Richard Baxter: «El cuidado del cuerpo es parte de nuestro deber cristiano, siempre que se mantenga en su lugar apropiado, subordinado a los intereses del alma».

Una invitación a la mayordomía fiel 

Como herederas de la Reforma, reconocemos que toda área de nuestra vida debe estar fundamentada en la gloria de Dios y el avance de su reino, y el cuidado corporal no es una excepción. En un mundo que idolatra la perfección física, nosotras estamos llamadas a mostrar un mejor camino: una mayordomía corporal que honre a Dios, sirva al prójimo y prepare nuestros cuerpos para la obra del ministerio. 

Nuestra oración es que estas páginas nos ayuden a tener una mejor mayordomía de nuestros cuerpos, no por vanidad o mérito propio, sino por gratitud al Dios que nos creó y redimió en Cristo. Como escribió Pablo: «Entonces, ya sea que coman, que beban, o que hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios» (1 Co 10:31).

 

Aprende

  • Necesitamos una perspectiva equilibrada de nuestros cuerpos, para no caer en la idolatría ni en la negligencia. 
  • Al hacerse hombre, Jesús elevó la dignidad de los cuerpos humanos que Dios creó. Por lo tanto, el cuidado del cuerpo siempre debe tener como fin la gloria de Dios.
  • Dios nos llama a ejercer la mayordomía sobre la creación y eso incluye el cuidado corporal.

 Vive

  • Contrasta lo que enseña la cultura y lo que enseña la Biblia sobre el cuerpo. ¿A cuál de las dos corrientes se parece más la forma en que has tratado tu cuerpo hasta ahora?
  • ¿Qué cambios necesitas implementar en tu vida para ejercer una buena mayordomía sobre el cuerpo que Dios te ha dado?
  • ¿De qué manera puedes guardar tu corazón para no idolatrar un estándar de belleza mientras cuidas tu cuerpo?

 Lidera

  • Reúne a tus amigas y dialoga con ellas sobre la forma en que la cultura nos enseña a idolatrar el cuerpo. Analicen los mensajes que encuentran en anuncios publicitarios, canciones, películas y redes sociales.
  • Comparte con ellas las verdades bíblicas sobre la mayordomía de nuestros cuerpos y hagan el compromiso de animarse unas a otras a cambiar hábitos para un cuidado corporal que glorifique a Dios.

 

 

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