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Mi relación fallida con otros

relaciones fallidas Feb 09, 2022

 

  • El pecado que todavía impera en nuestros corazones distorsiona nuestras relaciones interpersonales.
  • Solo en Cristo encontramos la respuesta para amarnos unos a otros genuinamente. 
  • Todas somos pecadoras, y todas necesitamos la obra de Cristo para perdonarnos, amarnos y restaurarnos.
  • Seguiremos fallando, pero una vez unidas a Cristo por fe, podemos pedir perdón y perdonar para mostrar que somos discípulas de Jesús.
  • Porque amamos a Dios primero, podemos amar a otros, buscar su bien, servirlos, respetarlos y valorarlos.

Mi relación fallida con otros

Anteriormente hablamos acerca de nuestra relación fallida con Dios, la cual informa no solo cómo nos vemos a nosotras, sino cómo vemos a los demás. Basta con leer las reacciones de Adán y Eva luego de ser confrontados por Dios en su pecado: sintieron vergüenza, huyeron y culparon al otro. Por eso Dios dijo en su ley (Dt 6:5) y Jesús lo afirmó: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el grande y primer mandamiento. Y el segundo es semejante a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mt 22:37-39 NBLA).

A partir de amar a Dios podemos amar a otros. Sin embargo, el mundo nos enseña que es al revés, al enseñar que para amar a otros primero necesitamos amarnos a nosotras mismas. Significaría que tú eres la fuente del amor y no Dios. El mundo, como nosotras, falla en recordar que ninguna relación sobre la faz de la Tierra será restaurada a partir de las buenas obras de otro pecador. Tanto la salvación como la forma de vivir como mujeres salvas se sostiene de la relación con Dios.

No terminamos de entender que el pecado afectó seriamente todo nuestro ser, especialmente a través del lente con el que miramos a otros. Esto es, dejamos de ver nuestro pecado y agrandamos el de los demás. Pero una vez estando Dios en el centro de nuestras relaciones, todo cambia para bien. 

Mi familia

De las relaciones más complicadas está la familia. ¿Por qué? Primero, porque realmente te conoce. Segundo, porque cada miembro de tu familia ha colaborado en tu aprendizaje para percibir el mundo, las relaciones y la moralidad. Tercero, porque terminas pareciéndote a tu familia si otra verdad no ilumina tu entendimiento. La familia fue tu escuela de aprendizaje, para bien o para mal.

Sin embargo, la Biblia nos llama a honrar a nuestros padres (Ex 20:12). Esto solo puede ser posible si amas a Dios, crees en su Hijo y te fortaleces en el Espíritu Santo para extender gracia en vez de juicio y reconciliación en lugar de venganza por lo que haya sucedido en tu hogar. Al ser hechas nuevas criaturas, somos definidas como hijas de Dios, y entonces es su Palabra la que rige nuestra perspectiva sobre las relaciones familiares y lo moral. Podemos amar y perdonar a nuestra familia, sin importar cómo haya sido con nosotras. 

Mis amigos

El mismo mandamiento de Mateo 22 aplica para nuestras amistades. Los amigos son esas personas con las que compartimos cosas en común, desde gustos simples hasta la forma de ser. La diferencia es que cuando Cristo está en nuestra vida no somos amigos por estas cosas pasajeras, sino por la fe en Él. Sin embargo, por el pecado, nos lastimamos y nos lastiman, y nuestras relaciones terminan afectadas negativamente. La respuesta a este problema es el evangelio, el cual es la balanza perfecta a la cual acudir y que nos coloca a ambos a los pies de Jesús. 

Cuando no permitimos que Cristo esté en el centro de nuestras amistades tendemos a abandonarlas porque no han obrado como deseamos, y responsabilizamos al otro por no responder de la forma en que esperábamos. ¿No es cierto que la mayoría de contiendas tienen que ver con nuestras expectativas sobre ellos? Es de suma urgencia amar a Dios para amar a nuestros amigos como Cristo lo hizo con nosotras (Jn 15:13); no hay otra manera.

Mi iglesia

La verdad es que nuestras amistades más profundas necesitan ser cristianas porque hablamos el mismo lenguaje. Es importante que compartamos creencias para no ser tentados al mundo y continuar creciendo a la imagen de Cristo. 

La iglesia local fue dada por Dios como una familia en la cual crecemos. Así como nos lastimamos, nos apoyamos y ayudamos. La iglesia local está compuesta por otros pecadores, líderes y hermanos que luchan con la misma enfermedad del pecado. ¿Quién mejor que pueda entendernos? Si recordamos las palabras de Pablo, que nuestra lucha no es contra carne y sangre (Ef 6:12), seguiremos el mandato de amar a otros porque amamos a Dios primero, y porque sabemos contra quién es la verdadera batalla. 

Mi pareja

Comprendamos que el pecado es nuestro mayor problema. Nos nubla de ver nuestro corazón y de los ídolos que creamos para no poner a Dios en el centro. En consecuencia, vivimos sin amarlo y sin poder amar a otros. Esto es más real y palpable en la relación de noviazgo o de matrimonio. El amor emocional que humanamente sentimos no nos permite ver nuestras constantes demandas y expectativas hacia nuestra pareja. 

Luego de la caída, observamos a la primera pareja culpándose una a la otra porque ninguno cumplió su rol y porque no obedecieron a Dios. Quiere decir que la persona medular entre ellos es Dios, no ellos y sus deseos. Hoy podríamos decir que un gran peligro en forma de tentación son las películas, las redes y todo lo que nos vende la idea del romance. No se enseña del amor sacrificial, sino del amor personal; no se enseña del servicio al otro, sino de cómo el otro me sirve. 

Sí, el pecado arruinó todo, pero Dios, que es rico en misericordia y justicia, que es bueno, fiel y santo, envió a su Hijo para que el pecado no gobierne nuestros corazones. Iluminó nuestros ojos para que veamos el pecado en nuestros corazones, primeramente, y huyamos de él por medio del poder del Espíritu Santo (Ro 5:8). Las relaciones interpersonales son un hierro afilador, pero qué gozo es saber que aquellos por los que Dios te santifica serán tus vecinos en el cielo. Así que, te animo, ama a Dios para que ames a tu hermano.

 

Aprende

  • Según lo leído, ¿qué pasajes de la Biblia te llaman a amar a otros? ¿Por qué tenemos tantos problemas en nuestras relaciones? ¿Cómo podemos solucionarlo?

Vive

  • ¿Tienes algún problema con alguien? Lee Mateo 18, Colosenses 3 y medita sobre el perdón, la gracia y la obra de Jesús por ti.
  • Ora al Señor para meditar en aquellas áreas en las cuales eres más propensa a responder en enojo, control, venganza y juicio. Entrégalas al Señor para amar a tu hermano como Dios te amó primero.

Lidera

  • Parte de liderar es ser ejemplo. Quizás hay alguna persona que te resistes a perdonar y buscar reconciliación, toma la iniciativa.
  • Exhorta a otras acerca de la realidad del pecado en nuestros corazones y la necesidad del evangelio para vivir en paz con los dem&aacutxe;s.

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