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Piedad en movimiento: más que salud, es eternidad

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Piedad en movimiento: más que salud, es eternidad
  • El sufrimiento puede llevarnos a comprender la misericordia de Dios para con nosotros o mostrarnos la dureza de nuestro corazón. 
  • La única manera en la que llegaremos a vivir vidas saludables que apunten al cielo es esforzándonos con toda pasión en las disciplinas espirituales que Dios nos ha dejado para crecer en el músculo de la fe.
  • En la oración expresamos humildad, manifestamos reverencia a nuestro Señor, nos sometemos a su autoridad y deseamos que su voluntad sea la que desarrollemos en nuestras acciones saludables porque nos coloca en nuestro rol de «mayordomos»; no obstante, la ausencia de la oración nos coloca en la posición de «autosuficientes».

 

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Piedad en movimiento: más que salud, es eternidad

Por Daniel Cabús

 Recientemente, mientras veía una serie de televisión sobre médicos, se presentó el caso de un hombre de prestigio mediático que necesitaba entrar en la lista de trasplantes para recibir el pulmón que requería; su perfil era genial para pertenecer a la lista: buena calidad de vida, joven, deportista. Sin embargo, había un requisito al que rotundamente se oponía: debía dejarse vacunar. El paciente era conocido en las redes sociales, así que comenzó a difamar públicamente al hospital alegando que no querían hacer el trasplante a pesar de su excelente perfil clínico porque no estaba de acuerdo con las vacunas. Al momento de su transmisión en directo comenzó a toser sin parar. Los médicos le auxiliaron apresuradamente y cuando se vio frente a las cuerdas de la muerte, retiró su mascarilla y exclamó: «¡Traigan el pulmón! ¡Estoy vacunado!». Todo era una mentira, una falsa proyección de convicciones que este hombre promovía para ser aceptado entre aquellos que le producían grandes ganancias económicas. Esto nos deja una gran lección: cuando la salud es quebrantada, el verdadero carácter del ser humano sale a flote. 

Las crisis que el cuerpo puede padecer en la enfermedad produce que el verdadero «yo» salga a la superficie. Así que el sufrimiento puede llevarnos a comprender la misericordia de Dios para con nosotros o mostrarnos la dureza de nuestro corazón. Entonces, cuando al ejercicio se le envuelve como el producto que saciará al cuerpo y a la mente, lo que hacemos realmente es desacreditar al ejercicio como el medio que Dios a menudo usa para mostrar la debilidad del cuerpo humano y la necesidad que los cuerpos tienen de ser salvados. En cierta medida, el cuerpo recibe del ejercicio la dosis necesaria para sobrevivir en medio de este mundo caído de manera decente, y esto aún se produce por la pura gracia de Dios. Al fin y al cabo es Dios, a través de la ciencia que Él mismo creó, quien nos permite disfrutar de los beneficios de la acción saludable.

No obstante, como en el ejemplo anterior: la apariencia no soporta la realidad. Aunque tratemos de estar en la mejor forma posible, de comer saludable y de tener hábitos nobles, la muerte es más alta que todos esos esfuerzos. Con esto no quiero decir que dejes de dedicarte a todo lo bueno que puedas hacer, sino, más bien, que todo aquello bueno que hagas debe estar anclado a la esperanza que el Creador de todos los cuerpos compró en la cruz. Creo que este es el objetivo de Pablo cuando impulsa a su discípulo Timoteo «a ejercitarse en la piedad» (1 Ti 4:7). La idea de ejercitarse aquí es la de «disciplina». Pablo viene usando la imagen del ejercicio físico, del esfuerzo y la dedicación que un atleta debe poner para algo temporal como la «salud corporal», cuánto más debiéramos hacerlo para la «salud espiritual». En otras palabras, ejercitarse en la piedad es crecer en la gracia, el conocimiento y el temor de la persona de Cristo. La piedad es Cristo mismo. Es ser hechos a la «cristoformidad», ahí es donde deben estar nuestro tesón y arduo trabajo, así como nuestros deseos cuando comenzamos una actividad saludable.

La piedad dentro de la vida saludable

La única manera en la que llegaremos a vivir vidas saludables que apunten al cielo es esforzándonos con toda pasión en las disciplinas espirituales que Dios nos ha dejado para crecer en el músculo de la fe. La oración, la Palabra, la lectura bíblica y la iglesia local son medios de gracia que deben estar presentes en el desarrollo de una vida saludable para la gloria de Dios.

La oración

¿Quién de nosotros ora antes de comenzar un cambio de hábitos, de comenzar hacer ejercicio o de cambiar una forma de comer? Espero que la respuesta sea «yo» de manera general, sin embargo, en estos años me he dado cuenta de que no suele ser así. Recuerda que la oración alinea nuestro corazón a la voluntad de Dios. En la oración expresamos humildad, manifestamos reverencia a nuestro Señor, nos sometemos a su autoridad y deseamos que su voluntad sea lo que desarrollemos en nuestras acciones saludables porque nos coloca en nuestro rol de «mayordomos»; no obstante, la ausencia de la oración nos coloca en la posición de «autosuficientes».

La Palabra

No puede haber cuidado corporal sin doctrina corporal. La Palabra de Dios es la que debe informar a mi conciencia sobre qué es mi cuerpo y me da el conocimiento que le aplico. La Escritura también es suficiente para informarme sobre la santidad con la que debe ser tratado el cuerpo en los diferentes escenarios donde es empleado. Además, es la que forja las convicciones adecuadas y los muros de contención ante la ardua lucha por la identidad del cuerpo, pues es solo a través de la Palabra del Señor que el cuerpo encuentra esperanza en medio del proceso saludable.

La lectura bíblica

La meditación en la Palabra de Dios puede llevarse a cabo únicamente a través de la lectura, la cual es el componente esencial por el que yo conozco quién es Dios. Es también el camino adecuado para informar a mi corazón y a mi mente sobre cómo debo pensar sobre lo que estoy haciendo a nivel nutricional y físico. Con esto no me refiero al hecho de que en la Biblia encontraremos la dieta y el programa de ejercicios físicos para algún objetivo en particular, ¡claro que no! Me refiero, más bien, a todo el sentido espiritual que involucra un proceso de cuidado corporal. Por tanto, la lectura de la Biblia impactará mi entendimiento sobre cómo debe ser visto el cuerpo y cómo debo disfrutar del alimento tal como lo dicta la Palabra. 

La iglesia local

La iglesia local es el lugar donde desarrollo los dones y los talentos que el Señor me ha conferido. Además, es el espacio en el que mis hábitos saludables trascienden las fronteras del hogar y del espacio deportivo. Asimismo, es donde otros también se benefician de mi santidad corporal, pues el cuidado personal del cuerpo, de alguna manera, también es un cuidado colectivo que beneficia a la comunidad más cercana. En términos generales: la iglesia también es la responsable de mostrar al mundo cómo se debe observar y cuidar el cuerpo humano. De esta manera, cada uno de los cuerpos que conforman la iglesia tiene una responsabilidad de cumplir sus responsabilidades. A menudo estas conllevan un esfuerzo físico, así que, ahí donde la fuerza hace falta, el Espíritu también acompaña. 

Recuerda que la piedad en el ejercicio físico va acompañada del fruto que produce el Espíritu de Cristo que ahora está en nosotros por el puro afecto de su voluntad. Ahora hemos de vivir conforme a la vocación a la que hemos sido llamados en cuerpo y en Espíritu, lo cual significa no tener vidas de «apariencias saludables», sino verdaderamente saludables para la gloria del Cordero.

 

Aprende

  • La piedad es más importante que la salud física temporal (1 Timoteo 4:7).
  • La vida saludable que honra a Dios requiere cuatro elementos fundamentales:
    1. La oración
    2. La Palabra
    3. La lectura bíblica
    4. La iglesia local
  • El ejercicio no es un fin en sí mismo, sino un medio para glorificar a Dios.
  • La verdadera salud incluye tanto lo físico como lo espiritual.

Vive

  • Comienza cada rutina de ejercicio con oración.
  • Integra la meditación en la Palabra durante tu entrenamiento.
  • Busca apoyo y responsabilidad en tu iglesia local.
  • Evalúa tus motivaciones para el ejercicio y la salud.
  • Usa tu cuidado corporal como testimonio de la gracia de Dios.

Lidera

  • Inicia un grupo de ejercicio que integre disciplinas espirituales.
  • Desarrolla devocionales específicos para momentos de entrenamiento.
  • Organiza talleres en tu iglesia sobre el cuidado integral del cuerpo.
  • Crea recursos que conecten el ejercicio físico con el crecimiento espiritual.
  • Mentora a otros en cómo integrar la piedad en su rutina de ejercicios.
  • Establece un ministerio de salud integral en tu iglesia que combine:
    • Ejercicio físico
    • Estudio bíblico
    • Oración
    • Comunidad

Recuerda: La verdadera transformación no viene solo del ejercicio físico, sino de ejercitarnos en la piedad, permitiendo que el Espíritu Santo nos conforme a la imagen de Cristo en cuerpo y espíritu.

 

Referencias

Cabús, D. (2024). Entrena tu corazón, la mayordomía corporal bíblica. B&H.

 

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