El dominio propio también brilla en las calorías
Nov 12, 2025
- En términos de madurez en la vida cristiana, hay un elemento que se conoce como la santificación progresiva, la cual es el trabajo divino por parte del Espíritu Santo que labra en el corazón del nuevo creyente la nueva y santa naturaleza que ama lo que Dios ama y se deleita en la obediencia a su Salvador.
- El dominio propio no es producto de la naturaleza humana, es fruto espiritual. Por esa razón, cuando la vieja naturaleza caída comía con desespero, la nueva y creada en Cristo come con prudencia. De manera que cuando los hábitos del viejo hombre apuntaban a su propia gloria, los hábitos del nuevo hombre en Cristo impulsan una santificación corporal y espiritual.
- El verdadero objetivo está en darle gloria a Dios a través del apropiado y prudente deleite del alimento que Él mismo creó para su gloria y para darnos destellos de gozo en formato de sabores. Destellos del gozo que anhela nuestro cuerpo y alma, de ese gozo que será para siempre cuando estemos con él.
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El dominio propio también brilla en las calorías
Por Daniel Cabús
Como entrenador estoy fascinado con los puentes tan visibles que tiene un proceso de entrenamiento con la vida cristiana, las disciplinas espirituales para el crecimiento del creyente, el descanso en la soberanía plena de su Señor, el esfuerzo y el tesón en su entrega por la causa del evangelio, en la enseñanza a otros sobre el nuevo estilo de vida de la nueva naturaleza en Cristo (Ef 4:24).
Siempre he dicho que la maestra del entrenamiento no es el descanso, ni siquiera la planificación de un ciclo de entrenamiento, sino que se llama repetición, y es solo a través de esta repetición sostenida en el tiempo que un proceso da frutos. Es por eso que en este artículo quiero hablarte del dominio propio, un tema que pocas veces se repite, pero que, sin duda alguna, es algo en lo que debemos insistir y reiterar siempre.
El carácter santo en la vida saludable
En una ocasión, cuando pasé a recoger a mi hija de su escuela, ella vino a mis brazos llorando profundamente; me puse a su altura, la abracé muy fuerte, tomé su pequeño rostro con mis manos y le pregunté: «¿Qué pasó, princesa?». Ella me contestó: «No he tenido dominio propio». Realmente me sorprendió que una niña de casi seis años calificara su error de esa manera.
Desde pequeños, los seres humanos luchan con deseos y pasiones. Muchos crecen y esos deseos y pasiones crecen con ellos, pero, lamentablemente, el dominio propio brilla por su ausencia en la comida, en el lenguaje de sus conversaciones o en la manera en que observan sus hábitos. En términos de madurez en la vida cristiana, hay un elemento que se conoce como la santificación progresiva, la cual es el trabajo divino por parte del Espíritu Santo que labra en el corazón del nuevo creyente la nueva y santa naturaleza que ama lo que Dios ama y se deleita en la obediencia a su Salvador. Sin embargo, Dios nos ha concedido el privilegio de esforzarnos en el crecimiento de nuestra vida cristiana. Dicho de otro modo, sin la ayuda del Espíritu Santo seríamos incapaces de avanzar en nuestra vida espiritual. Digo avanzar porque la que avanza en ese proceso eres tú, pues das los pasos, te esfuerzas y te expones a los medios de gracia por un estímulo de la nueva naturaleza que Dios, a través de su Espíritu, ha regenerado en tu corazón.
Pablo, escribiendo a los filipenses, lo dice así: «Así que, amados míos, tal como siempre han obedecido, no solo en mi presencia, sino ahora mucho más en mi ausencia, ocúpense en su salvación con temor y temblor. Porque Dios es quien obra en ustedes tanto el querer como el hacer, para Su buena intención» (Fil 2:12-13, énfasis añadido).
Es decir, podemos estar seguros de que Dios desea que crezcamos en su fruto porque Él no solo anhela ver a sus hijos llenos de dominio propio en todas las áreas de la vida, sino que también produce el querer y el hacer que dan como resultado la santificación de nuestros corazones y, en este caso, la madurez de un carácter dominado por los afectos de la persona de Dios.
Hace algunos años atrás llegó a mi consulta una joven con un problema de obesidad muy avanzado, la cual es una enfermedad que puede afectar de diferentes maneras la salud en el ser humano. En ocasiones, el problema se centra en el alto nivel de grasa, producto de una patología que le precede. En otras circunstancias, el verdadero problema no solo es el alto porcentaje graso, sino también el carácter de la persona. Esta joven no era cristiana, sin embargo, hubo algo que admiré de su camino saludable: su capacidad a decir «no» a lo que antes decía «sí» en todo momento; realmente estaba motivada, lo cual la llevó a perder 12 kilos en dos meses. No obstante, meses más tarde, los kilos perdidos habían vuelto.
El dominio propio en la vida del cristiano no es el efecto motivador que provoca un objetivo, sino que es el compromiso inquebrantable que forja el Espíritu Santo con Cristo, es la determinación santa que apunta a su gloria y no al esfuerzo de los hombres. El dominio propio no es producto de la naturaleza humana, es un fruto espiritual. Por esa razón, cuando la vieja naturaleza caída comía con desesperación, la nueva y creada en Cristo come con prudencia. De este modo, cuando los hábitos del viejo hombre apuntaban a su propia gloria, los hábitos del nuevo hombre en Cristo impulsan una santificación corporal y espiritual.
El verdadero objetivo
Siempre que comienza un nuevo año la lista de objetivos por cumplir se vuelve interminable y sé que, si pudiéramos elegir un camino en el que debiéramos avanzar, sería el camino del dominio propio. A veces pensamos que lo que necesitamos para mejorar nuestra dieta es cambiarla por completo (a veces sí es necesario), abandonar toda clase de caprichos y vivir una vida asceta a la nutrición y al deleite del paladar. Sin embargo, me aventuro a decir que muchos de nuestros problemas nutricionales (siempre y cuando no requieran una observación dietética en particular) mejorarían si domináramos nuestros impulsos y apetitos. Hay personas que son realmente esforzadas en la vida, se levantan ante los mayores fracasos del proceso, pero cuando deben decir «no» al antojo inapropiado, sucumben sin darse cuenta. El verdadero objetivo está en darle gloria a Dios a través del apropiado y prudente deleite del alimento que Él mismo creó para su gloria y para darnos destellos de gozo en formato de sabores, destellos del gozo que anhela nuestro cuerpo y alma, de ese gozo que será para siempre cuando estemos con él.
Podemos afirmar entonces que la vida cristiana y la obra del Espíritu Santo impactan cada área en la que el cuerpo y el corazón se emplean. Por esa razón, la mayordomía corporal bíblica no trata en sí misma de la transformación del cuerpo, sino de apuntar el corazón al verdadero objetivo del cuerpo humano: la esperanza de la glorificación que Dios ha prometido a los que creen en su nombre.
Aprende
- El dominio propio no es un producto de la motivación temporal, sino el fruto del Espíritu Santo.
- La santificación progresiva incluye nuestros hábitos alimenticios y el cuidado corporal.
- La repetición constante es clave tanto en el entrenamiento físico como en la vida espiritual.
- El verdadero objetivo no es la transformación física, sino la glorificación de Dios.
- Los alimentos son un regalo de Dios para ser disfrutados con prudencia y gratitud.
Vive
- Practica el dominio propio en tus hábitos alimenticios como un acto de adoración.
- Reconoce la diferencia entre motivación temporal y el fruto del Espíritu.
- Desarrolla rutinas consistentes que honren a Dios en tu alimentación.
- Disfruta de los alimentos como dones de Dios, no como fuente de culpa o indulgencia.
- Examina tus motivaciones al establecer metas de salud y nutrición.
Lidera
- Inicia un grupo de estudio sobre el dominio propio en la alimentación.
- Comparte testimonios de cómo el Espíritu Santo ha transformado tus hábitos alimenticios.
- Organiza talleres de cocina saludable que incluyan principios bíblicos.
- Mentorea a otras personas sobre cómo desarrollar el dominio propio en su relación con la comida.
- Crea recursos que conecten la disciplina espiritual con hábitos alimenticios saludables.
- Desarrolla un ministerio que ayude a otros a encontrar libertad de los desórdenes alimenticios a través del evangelio.
Recuerda: El dominio propio en la alimentación no es un asunto de fuerza de voluntad, sino de sumisión al Espíritu Santo. No buscamos simplemente cambiar nuestros hábitos, sino permitir que Dios transforme nuestros corazones para Su gloria.
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