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La infertilidad no es el final de la historia

las caras de la maternidad May 27, 2021

El dolor de la infertilidad es semejante al del luto. Es un dolor que tiene muchas preguntas, lamento, confusión y tristeza acerca de lo que Dios hace e, incluso, sobre Dios mismo. Su carácter de bondad y amor es cuestionado aun sin darnos cuenta.

El sufrimiento humano se asemeja al dolor que se siente cuando un dedo penetra una herida. Eso es. Es una herida abierta, hasta que otra herida, la de alguien más en una cruz, la va cerrando, un día a la vez.

NUESTRA RESPUESTA

Al recibir el diagnóstico de infertilidad la reacción puede ser como la de los discípulos con el ciego de nacimiento: “¿Quién pecó, él o sus padres?” (Jn 9:2 NVI). Muchas preguntas bombardean tu mente: ¿Por qué Dios no me da hijos? ¿Qué hicimos mi esposo y yo para merecer esto? ¿Por qué otras sí y yo no? Si estás pasando por esto ahora mismo, estoy segura de que ninguna respuesta puede consolarte, especialmente si vives tu luto a través de estas preguntas.

 Somos humanas, por supuesto que duele, y nos dolemos unas con las otras cuando aparentemente Dios dice “no” sin razón lógica a nuestro entendimiento. Podemos responder en desánimo, enojo o letargo, pero esto solo nos aleja de Dios. Lastimosamente, esto no trae consuelo, sino más oscuridad. 

DIOS ES BUENO

Este mundo está golpeado por el pecado desde la caída en Génesis 3. Las implicaciones abarcan nuestro cuerpo y mente. De una forma u otra, tú y yo enfrentamos día a día las consecuencias del pecado.

Dios es santo, justo, bueno, fiel y poderoso. Todos estos atributos no tienen mucho sentido para quien no puede tener hijos. El dolor y el qué dirán nublan la vista y no dejan ver a Dios como es, como se presenta en la Biblia. Cuando esto sucede, la mentira toma lugar en nuestros corazones.

Nuestras circunstancias no determinan la bondad de Dios, Él siempre es bueno. En cambio, su bondad se manifiesta aun en los “no”. Que Dios sea bueno no significa que en este mundo no sentirás dolor, duda o frustración. Necesitas guardar en tu mente las verdades sobre quién es Dios, aunque a veces no lo sientas o tu situación te parezca injusta. Quiero recordarte que Dios dijo: “pero yo me fijo en el corazón” (1 Sam 16:7c NVI). Él se preocupa por nuestro corazón, más que por nuestras circunstancias. Porque es el carácter de fe lo que nos hace perseverar en nuestro caminar. 

EL PROPÓSITO DE NUESTRA VIDA

Lo que tenemos o no tenemos no es el punto de nuestra vida cristiana, sino cómo respondemos ante tener o no lo que deseamos.  ¿Acaso a Dios no le importa? Sí le importa y se duele contigo. Él comprende los “no” en su Hijo (Mt 26:42b), pero sabe más que tú. Nada debe robarnos el gozo de tenerlo y el privilegio de glorificarlo: “A todo el que es llamado por mi nombre y a quien he creado para mi gloria, a quien he formado y a quien he hecho” (Is 43:7 NBLA). No es “Dios es bueno porque me dio”, sino “Dios es bueno porque se dio a mí”.

Nuestro propósito es glorificar a Dios en todo lo que vivimos -lo triste y lo alegre-, porque ya no vivimos para nosotras, sino para Él; porque ya no nos pertenecemos, sino a Él. ¿Quiere decir que Dios es caprichoso? ¡Por supuesto que no! Dios es sabio. Una amiga que no puede tener hijos, después de luchar por años junto a su esposo en hospitales y tratamientos, finalmente me compartió: “No quiero vivir para mí, sino para mi Señor. Si vivir para Dios en su sabiduría es vivir sin hijos propios, y esto me hará dependiente de Él, que su gracia me baste para que su poder se perfeccione en mi debilidad”.

NO ES EL FINAL DE TU HISTORIA

Querida lectora, si estás en esta situación, guarda tu corazón en las verdades de la Palabra sobre quién es Dios. Ora por tu esposo, no pienses que la lucha es solo tuya, también es la de él. Sirve en tu iglesia, a tu familia extendida. Habrá días donde parezca que todo está bien, pero habrá otros en los que no será así. Y eso está bien para encontrar plenitud en el Señor. 

Esto es seguir la carrera hasta alcanzar la meta de ser como Cristo (Fil 3:12-14). “Porque nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también ansiosamente esperamos a un Salvador, el Señor Jesucristo, el cual transformará el cuerpo de nuestro estado de humillación en conformidad al cuerpo de su gloria, por el ejercicio del poder que tiene aun para sujetar todas las cosas a Él mismo” (Fil 3:20-21 NBLA).

Los caminos de Dios no son los nuestros, su mente es inescrutable, pero algo es seguro: Dios es bueno porque nos ha dado a Cristo, su salvación es nuestro mayor tesoro (Mt 6:21). Procura atesorar a Dios, su Palabra y su comunidad de santos. Atesora a Dios por quien es, no por lo que te da o no te da. Si perseveras en esto, tus afectos, prioridades, perspectivas cambiarán, un día a la vez. Puedes por Cristo.

APRENDE

Juan 14:27 NBLA dice: “La paz les dejo, mi paz les doy; no se la doy a ustedes como el mundo la da. No se turbe su corazón ni tenga miedo”.

La infertilidad puede traer tristeza y frustración. Ten cuidado de los lugares en donde buscas consuelo. De acuerdo a Juan 14:27, ¿quién es el único que le da a nuestra alma la paz que necesita? 

VIVE

¿Realmente crees que Dios es suficiente en tu vida o necesitas algo en específico para vivir en plenitud? Reflexiona en tu respuesta y considera si es momento de entregarle tu vida a Dios y depender completamente de su voluntad. 

LIDERA

1 Juan 3:18 NBLA dice: “Hijos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad”.

No tengas miedo de acercarte a una persona que esté atravesando la noticia de la infertilidad en su familia. Además de orar por ella, pregúntale de qué manera puedes apoyarla. Es momento de poner el amor en acción y no solo dejarlo en palabras. 

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