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¿Cuál es mi papel como creyente en el cuidado de mi salud mental?

bienestar emocional cuidado de la salud mental prevención salud mental Jun 21, 2023
¿Cuál es mi papel como creyente en el cuidado de mi salud mental?

 

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¿Cuál es mi papel como creyente en el cuidado de mi salud mental?

Por Vilma Mata 

Algunos días quiero dormir de 14 a 16 horas al día. Me resulta muy difícil planificar mi día. Me cuesta trabajo soñar sobre mi futuro, sin saber si volveré a estudiar en la universidad. He tenido severos ataques de pánico, el ritmo  de mi corazón ha subido a 140;  tuve que llamar a la ambulancia. 

Vivo en una casa de hombres cristianos  que tienen problemas similares. Fui diagnosticado con esquizofrenia y bipolaridad severa. Soy más lento, tengo anhedonia, avolición y alogia. Esto es falta de placer, motivación y pobreza de vocabulario.  Lo peor es que la gente no puede entender porque nunca han escuchado estas palabras”. 

A menudo hablo con mi doctor sobre nuevos medicamentos que me ayuden con el sufrimiento y dolor. Los medicamentos no funcionan, así que me vuelven a enviar al hospital. No disfruto el trabajo como antes, no disfruto la música que antes me gustaba. No tengo emociones. Luzco feliz por fuera y sonrío, pero dentro de mí estoy sufriendo. 

Me es difícil ir a la iglesia y adorar a Dios porque no siento nada. Me cuesta memorizar la Palabra de Dios porque no estoy conectado emocionalmente.

 -Testimonio de mi estudiante Ben

La realidad es que todos estamos afectados de una u otra manera por el pecado, que en algunas personas resulta en un problema mental. Puede ser uno de nuestros parientes a quien cuidamos, alguien cercano en la familia, en consejería, en la iglesia, o nosotros mismos. La buena noticia es que podemos hablar y ayudar al que tiene problemas de salud mental, así como a quien debe cuidar de alguien con estos problemas.

Muchos están sufriendo porque desconocen lo que les pasa. Ni siquiera pueden describirlo. He encontrado mucha luz  y ayuda en los escritos del autor Ed Welch (CCEF) y del pastor John Piper, a los que he acudido para investigar y conocer más sobre el tema. 

En una de mis clases de consejería nos enseñaron sobre las mujeres emocionalmente perturbadas, y aprendimos que necesitan de nuestra compasión, instrucción y guía para caminar junto a ellas. 

Cada vez más y más jóvenes buscan ayuda en sesiones de terapia con un psiquiatra o psicólogo; prácticamente es una moda o como si fuera una epidemia. Cada vez menos y menos adultos mayores quieren ir a visitar al psiquiatra, en especial por temor al diagnóstico que se pueda recibir, como alzheimer, demencia senil, etc.  

Sin embargo, las parejas mayores deben estar alerta y  animarse el uno al otro a examinarse si hay cambios de humor, irritabilidad, entre otros. Generalmente, mi esposo y yo les recomendamos ir juntos a realizarse un estudio o chequeo médico.

Detrás de conductas inusuales identificadas por la psiquiatría moderna, hay luchas que son comunes a todos nosotros, tales como mentes dañadas, cuerpos dañados, relaciones rotas, culpa, vergüenza, ira, temor, las cuales están fuera del diseño original de Dios. Todos estos problemas tienen conexión cercana a todo creyente debido al pecado y a su proceso de santificación progresiva. 

En mi infancia no había términos para  identificar a una persona que estaba enferma mentalmente; nos asustaba porque no actuaba como el resto de las personas, tenía acciones o actitudes desconocidas para los demás. Es por ello que no es fácil ser paciente con lo que no entendemos ni conocemos. 

La paciencia y amabilidad cristiana siempre deben ir delante de nosotros para tratar con personas  que se alejan de los ruidos, tienen tics nerviosos, se comportan con algunas excentricidades y que, en general, tienen diferencias y problemas complicados. No debemos asustarnos ni alejarnos si alguien se comporta interruptivo, grita, entre otros, podemos simplemente  preguntar: ¿Estás bien? ¿Deseas algo? De manera que los incluyamos en la familia de la iglesia.

Hoy tenemos muchos nombres y términos para las enfermedades mentales; y cada día aparecen más. Según la información del libro de American Psychiatric Association: Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, tenemos cientos de discapacidades mentales  tales como: PTSD, ADD, ADHD, TDA, el OCD, bipolaridad , depresión, trastorno del déficit de atención por hiperactividad, entre otros.

 Al igual que nuestros órganos dentro de nuestros cuerpos que se han dañado, produciendo colesterol, diabetes, presión arterial alta, y más, también se enferma nuestro cerebro. Sin embargo, la posesión espiritual también es una relación que no entendemos. Ej: Jesús y el endemoniado. Desafortunadamente, a veces confundimos lo uno con lo otro.

Durante los meses del año 2020 a 2022, el término “salud mental” se hizo más popular, lo que dio lugar al inicio de una epidemia de ataques de pánico, ansiedad y depresión, junto a una fobia al virus del Covid, por lo que  se solicitaron consejeros bíblicos en línea para poder ayudar con esta gran demanda de casos. 

Nuestra naturaleza está caída, es decir, está afectada por el pecado. Desde Génesis 3 podemos ver que nuestro cuerpo y alma fueron afectados.  El dolor de nuestros cuerpos nos recuerda que el sufrimiento en este mundo es difícil. 

¿Cuál es mi papel como creyente en el cuidado de mi salud mental?

Si has sido diagnosticada con una enfermedad mental, quiero recordarte que, aunque vivimos en un mundo caído, hay esperanza. 

Memoriza la palabra y háblale a tu alma

Desempaca las promesas. El sufrimiento es una ocasión para reconsiderar el amor de Dios, los sufrimientos de Jesús, y para recordar la presencia del Espíritu Santo.  Estas verdades son las que traen consuelo y esperanza. La Biblia nos muestra una manera diferente de sufrimiento. La Biblia dice: “Tengan por sumo gozo, hermanos míos, cuando se hallen en diversas pruebas” (Stg 1:2). El sufrimiento produce carácter, perseverancia y esperanza. El sufrimiento no es accidental, nos recuerda la soberanía de Dios. “ Amados, no se sorprendan del fuego de prueba que en medio de ustedes ha venido para probarlos, como si alguna cosa extraña les estuviera aconteciendo” (1 P 4:12).  El sufrimiento y el dolor produce fruto en nosotras. 

Haz un devocional

Pregúntate: “¿Realmente conozco la Biblia?” O “¿Qué versículo o historia me ha ayudado? Comenta y estudia el texto que lees, a los personajes y los temas relacionados, sobre todo, estudia con alguien. Estudia lo que sucede en el pasaje. ¿Qué me recordó? Luego, explica y comparte cómo te sientes, y habla de lo que conoces.

Pide ayuda  a otros
¿Quiénes me pueden dar un mayor entendimiento de los problemas que tengo? ¿Quién me puede dar un mejor entendimiento de las promesas que puedo orar? Por eso, debo estudiar estos pasajes junto a otros porque son significativos para mí que estoy en aflicción. Busca doctores cristianos que te animen y comparte con cristianos maduros con quienes puedas abrir tu corazón  y puedas recibir ayuda.

Lucha, ora y pelea por sanidad

Cuando la situación está por encima de nosotras solo Dios puede ayudarnos. El consejo puede fallar, así que la oración es nuestro destino diario. La oración conecta nuestra necesidad con las promesas y el plan de Dios. Podemos orar: Padre, ayúdanos, enséñanos a orar. Y cree en el Dios que está cercano, más cerca de lo que piensas. Él es nuestra mayor y más profunda necesidad. 

No te estigmatices

No dejes que la autocompasión te destruya. Aprende a identificar y describir cómo tus emociones, sentimientos y pensamientos te quieren engañar La Palabra de Dios es segura: cree y afírmate en las promesas, háblale a tu alma, cita versículos a ti misma, lee la Biblia y anota cuando Dios te hable, escribe o copia los versículos específicos que has recopilado para tu dolor.

No te compares

Cuando estoy constantemente mirando a otros que no sufren de la misma forma que yo puedo empezar a cuestionar el por qué de ello. ¿Por qué sufre menos que yo? ¿Por qué esa persona luce feliz y exitosa? Esto es una constante tentación, el compararte con otros.  Recuerda lo que Jesús dijo a Pedro: “Si quiero que él se quede hasta que Yo venga, ¿a ti qué? Tú sígueme” (Jn 21:22). No puedo compararme con otras personas, tengo que mirar a Jesús, el autor y consumador de la fe 

No mires a otras personas que no están sufriendo de la misma manera que tú. Mejor pregunta a Dios: ¿Por qué el otro luce feliz y exitoso mientras yo continúo en sufrimiento? “Delante de Él expongo mi queja” (Sal142:2). La tentación de compararte con otros es una lucha constante. No escondas tu problema o situación: sé transparente, honesta y vulnerable con alguien que te pueda ayudar. 

No te aisles 

Inclúyete en comunidad, en grupos donde escuches la Palabra para que conozcas a otros y participes en la adoración a Dios. No te pierdas la predicación, la oración y el compartir en grupo con otros de la familia de la fe. Toma tus medicamentos, sigue la instrucción de tu médico. Involúcrate en servir en la iglesia conforme a las áreas de necesidad que tu pastor o alguien más te guíe.  Escucha himnos o canciones. Aléjate de personas o lugares que pueden afectar tu proceso. 

La fe y las promesas 

La Biblia dice: “Pues Su divino poder nos ha concedido todo cuanto concierne a la vida y a la piedad, mediante el verdadero conocimiento de Aquel que nos llamó por Su gloria y excelencia” (2 P 1:3). 

Todos somos únicos y perfectamente diseñados por Dios. No disminuiré mi hechura a la imagen de Dios ( Sal 139) al envidiar a otros (Sal 71). Me detendré para no confundirme ni abrumarme al buscar con curiosidad a cual categoría de salud mental pertenezco. 

Me olvidaré de mí mismo y haré mi trabajo, dice John Piper. ¿Estoy sufriendo? Sí. ¿Hay gente que sufre menos que yo? Por supuesto. Pero la fe me recuerda que Dios está en control del sufrimiento y ese sufrimiento está en el plan bueno que tiene para mi vida. Dios no está ausente en mi sufrimiento, Él es un Dios presente en mi sufrimiento.  Nuestro Señor Jesús sufrió de la misma manera. 

En lugar de escapar de este sufrimiento, lo aceptó obedientemente por ser parte de la voluntad de Dios para mi vida. Así mismo, debo imitar a Cristo en mi vida, para  ser más como Él y que Él produzca pureza en mí. “Cuando me haya probado, saldré como el oro” (Job 23:10b). 

No debo desanimarme porque Dios está en control. No debo perder la esperanza porque lo que me acontece está en su plan divino. Debo recordar que Dios me ama a pesar de que haya momentos donde no sienta que es así debido a mi dolor. Y debo recordar que Dios está conmigo, que es mi refugio y mi ayuda en tiempo de necesidad.  El Señor es mi pastor, nada  me faltará, ni siquiera salud mental. No querré nada más, no necesitaré de nada más, tengo todo lo que necesito en Él.

 

Sobre la autora:

Vilma Mata de Méndez es consejera Bíblica entrenada por CCEF (Christian Counseling Educational Foundation) y Faith Biblical Counseling), además de ser maestra de estudios bíblicos. Tiene un certificado de Estudio de mujeres de AACC. Escribe artículos para Coalición para el Evangelio, Soldados de Jesucristo y Conectadas para Ayudarte. 

Está casada hace 35 años con el pastor Luis Méndez y tienen tres hijos. Sirvieron juntos durante once años en Minneapolis, Minnesota bajo el ministerio del pastor John Piper, donde Vilma tomó clases de Fundamentos de Teología y formó parte del liderazgo del ministerio de mujeres en Bethlehem Baptist Church.Hoy día son miembros de la Iglesia Scottsdale Bible Church y sirven en el Ministerio Juntos y Unidos, donde entrenan consejeros bíblicos, líderes y parejas. También sirven a los jugadores de béisbol y a sus esposas en MLB en Arizona, lugar donde residen.

La puedes encontrar en Facebook e Instagram.

 

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